Vuelvo al mismo tema,
porque resulta que no sólo Shakespeare se inventó palabras a su
antojo. Ahí tenemos a grandes nombres de la literatura universal,
como Julio Cortázar o Lewis Carroll, que han hecho de sus
respectivos lenguajes un mundo más rico. Vayamos por partes.
Julio Cortázar incluyó
en su obra Rayuela un capítulo redactado en un lenguaje
inventado, al que bautizó como 'Gíglico'. El capítulo entero está
escrito en este nuevo idioma... Y él se quedó tan ancho. En su
favor hay que decir que esta nueva lengua sigue las mismas normas de
puntuación y escritura que el español, del que también toma unas
cuantas palabras, y que es fácil imaginar lo que describe. También
podríamos comentar que tal vez se inspiró en el otro autor que he
mencionado: Lewis Carroll.
Pues sí. Y es que
Cortázar no fue el único en jugar con las palabras; Lewis Carroll
también hizo malabares con el inglés e incluyó en Alicia a
través del espejo (Alice through the looking glass) el
'Jabberwocky', un bonito poema en el que la práctica totalidad de
las palabras son inventadas: no existían antes de salir de su mente.
No obstante, lo más destacable es que algunos de estos términos no
sólo saltaron de su mente a su pluma, sino también del libro al
diccionario. Términos recogidos por el Oxford dictionary como
'chortled' o 'frabjous' proceden única y exclusivamente de esta
indescriptible pieza poética.
Sin embargo, lo mejor de
todo es que existen traducciones al español de este poema: por
ejemplo, una escrita por Jaime de Oceda en 1973, que recibe el nombre
de 'Galimatazo'; o la traducción de Jorge A. Sánchez, de 1996,
bautizada como 'Flabistanón'. Hasta tres nuevos idiomas, creados a
base de palabras inventadas, surgidos de un único poema...
Y ahí no acaba la cosa.
Ya verás.
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